Entre plan


Vivía en un lugar nuevo porque no soportaba el lugar viejo, no lo soportaba más allá de medio día. Llegaban los repiquetos cronometrados del altar mayor, campanar, de la campana, y las ganas de continuar en esa dirección o sala de estar disminuían de manera escandalosa. Macarrónicamente y sin sentido alguno, como un castillo que se derriba como un muñeco de madera desnudo y debilucho. Se derriba.
Y ashá estaba y era siete días a la semana, veinticuatro siete, sin números, más puro. Denominación de origen. No. Tanto no. Hever. Que todas las mañanas, alrededor del mediodía, también -casual coincidencia o fatalidad-, me invadía una sensación que recordaba vaguamente. Como mi país. 'País'. 'Pa-ís'. Fatal, fatal. Sin pajáros, aunque de mentiras pues estaban entre barrotes en la otra escalera del edificio. Oh, sol, aunque fueses un simple rayo reflejado en la ventana de enfrente, aunque fueses sólo 2 horas. Y los esquejes tan reconocidos en Europa, quemados, secos, muertos, llorando. Riendo de riiii-iii-hi-hi-sa.
Era de pega, has sido ráudoveloz. Y si. Leo El Extranjero. Ahora, leo El Extranjero. Y por mágica iridiscencia me pregunto, soy. Soy, soy. Le dije a la rubia aquella. Y el telón de acero.
Línea verde y línea roja. El amarillo sobra que hay bastante en mi habitación. Color desgastado, mortecino, irrespirable durante las noches y asfixiante durante los días. Sonido de puerta abriéndose. Sonido de puerta cerrándose. Suena el pestillo. Se abre. Cierra. Los goznes chirrían. Se salen de quicio, aúllan. Quién ser.
Qué era todo aquello que había dentro. Qué era todo aquello. Realmente no me entendía, ¿me escuchaba demasiado? Era siempre así, lo establecido. Era desconocido como tal por 'todos'. Dejaban de chirriar los goznes, desaparecían, se intercambiaban por un vozarrón grave y bretón. Bretón, bretón. Gozne. Tacón. Gozne. Tacón. Y diríase una secuencia de baile. Post-moderna. Posterior al tango. El siguiente eslabón.
What, what, se escucha. Y pero nadie lo entiende. Nadie, salvo yo. Egocentrismo, ¿no? Autoidolatrariado intensivo.

Desaparece de repente, a veces lo hace -dice. Nadie dice nada. No, él menos aún -dice. Se va. Claro que sí. Se da la vuelta y anda, hacia delante. Gozne, tacón.