Cioran dice II

¿Cómo tener ideales cuando existen sobre esta tierra seres sordos, ciegos o locos? ¿Cómo podría yo alegrarme de la existencia de la luz que otro ser no puede ver, o del sonido que no puede oír? Yo me siento responsable de las tinieblas de todos y me considero un ladrón de luz.
Porque ¿no hemos robado nosotros, en efecto, la luz a quienes no ven y el sonido a quienes no oyen? ¿Acaso nuestra lucidez no es culpable de las tinieblas de los locos? Sin saber por qué, cuando pienso en estas cosas pierdo todo coraje y toda voluntad; el pensamiento me parece inútil, y vana la compasión. No me siento suficientemente normal para compadecerme de las desgracias de los demás. La compasión es una prueba de superficialidad: los destinos rotos y las desdichas irremediables nos conducen o al grito o a la inercia permanente. La piedad y la conmiseración son tan ineficaces como insultantes. Además, ¿cómo apiadarse de las desgracias de los demás cuando uno mismo sufre infinitamente? La compasión no compromete a nada; de ahí que sea tan frecuente. Nadie ha muerto en este mundo a causa de sufrimiento de los demás. En cuanto a quien pretendió morir por nosotros, no murió: lo mataron.