Ella no sabe que el otro día pensé en ella y en todos, les escribí una carta que jamás leerán pero que ahora al mirarme a los ojos debería entender.
El momento de la canción en que la voz desgarradora canta está llegando. Todavía queda un poco de débil esperanza alentadora, de mañana será otro día y de buscar nuevos descampados. Aunque no servirá de nada y ya lo sabía, sabía que me encanta el sabor de mandar todo a tomar por culo y quedarme con lo puesto. El fuego en los ojos es uno de tantos síntomas, pero ese sabor es el mejor sabor del mundo si te gusta destruir cosas, y destruir cosas bonitas y destruir cosas bonitas a sabiendas de que nunca más serán bonitas; y ya se verá que pasa mañana pero déjame regocijarme en la destrucción, mañana si hace falta vuelvo a destruir el día si es que me dura el pronto y si no pues estaré ausente y alicaído pero ahora sólo quiero destruir. Y todo esto ya lo sé yo de siempre, pero da igual. El hombre es el único capaz de morir dos veces porque quiere, porque le gusta.
Le empujé a la hoguera.
Y cuatro, y cinco y diez.
Y cuatro, y cinco y diez.