Pinicilina

Las caricias consentidas con desprecio, que al girar la cabeza las muecas de repugnancia proliferan y como espectador siento náuseas y pena. Una mezcla que produce más náuseas y se forma una masa inabarcable que me pide por favor destruya. Ay, ay, joder, si no me gustan los ciervos y me encuentro un ciervo de camino a casa lo menos que se me ocurre es acariciarlo, le incrusto tres balas en la sien, pang pang.