Kitty Wu

Ha fallecido a última hora de la madrugada de ayer, en los albores del alba. Se ha ido sin despedirse. Recuerdo que la última vez que hablé con ella le saqué en cara sus largas temporadas en la montaña, alejada de mí. Me contestó que nunca había estado conmigo, sólo eran ensoñaciones mías. Y apagué el último interruptor que permanecía encendido.
Atrás quedan noches de verano paradisíacas, paraísos de invierno cálidos y demás nubes de cosas bonitas de las que ya no sé distinguir cuales son los recuerdos y cuales los recuerdos inventados para mi.
Cada día que pasa la distancia se hará mayor, aunque cada día que pase piense en eliminar la distancia pero es tan grande que me da miedo saltar y no llegar al otro lado, y me debato internamente mientras todo se hace más grande y más difícil, sin ver el día en que esa distancia sean treinta minutos de confesiones entre tu y yo.

Lo prefiero así porque me tenía agarrado por las pelotas.

Aviso para navegantes, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Llámese llama incolora que encendió la mecha o el autocatalizador que generó algo incapaz de detener.