La teoría del agujero y la mujer sanguijuela

Del intento de suicidio por parte de centenares de adolescentes solamente se hizo eco un pequeño montículo de la ciudad, y no sirvió para nada. En verdad nadie se enteró y su intento de suicidio fue en vano. De hecho por dar susto no se lo dieron ni a sus familias, que creyeron que estaban de parranda hasta altas horas de la madrugada. El jolgorio en tiempos malos será bien avenido y bienvenido.
Pongamos por poner algo, que fue un acto de rebelión por su parte, una manifestación esporádica, muy esporádica en los tiempos que corren, demostrando que no gustaban del agujero. Inciso. Teniendo en cuenta que no les reportó quasi beneficios, no van a prosperar este tipo de actos gratuitos. Inciso. Pongamos que alcanzo a comprender la razón de tal expresión. Que el agujero es en realidad un continente, un vaso, grande y orondo, grande y absorbente; y cuyo cuello se va estrechando a razón de descender hasta llegar al culo del vaso, angosto y asfixiante. Eso es lo que en argot se conoce como "agujero".
Agujeros hay de muchos tipos, pero el que nos atañe es traicionero por naturaleza. Ya de por sí esta configurado como una cámara de tortura para entrar y no salir, y ya dentro sufrir para no salir. Pero cuenta con un agravante que lo agrava en desmedida. Agravante conocido como "La maravillosa entrada al agujero cayendo poco a poco mientras giras y giras sobre el vaso mirando hacia abajo, hacia su culo, disfrutando de la perspectiva y sonriendo con malicia, relamiéndote por tu situación en comparación con los que yacen en el culo de éste, moribundos y furibundos."
Claro, que en ese momento no eres consciente de que estás en una situación pasajera y con final.

Para cuando quieres darte cuenta, aunque nunca quieres darte cuenta, estás mirando hacia arriba melancólico y el vaso te recibe con unas paredes largas como carreteras largas y empinadas como carreteras empinadas, que invitan a llorar cortésmente.
Y como iba diciendo éstos chicos cayeron en las fauces del agujero.

Parte II: La mujer sanguijuela
Parte III: Los habaneros de mi amol