Por tanto no sólo debemos ejercer vigilancia sobre los poetas, forzándoles a que nos presenten en sus versos hombres de buen carácter o a que dejen de servirse de la poesía, sino que también hemos de vigilar a los demás artistas para impedirles que nos ofrezcan la maldad, el desenfreno, la grosería o la falta de gracia en la representación de seres vivos, en las edificaciones o en cualquier otro género artístico. No podrá realizar obra alguna entre nosotros quien no sea capaz de apartarse de esos modelos, evitando así que nuestros guardianes, alimentados de imágenes viciosas, como si se tratase de un mal pasto, y cogiendo de aquí y de allí, aunque en pequeñas cantidades, puedan introducir un gran mal en sus almas, sin apenas darse cuenta de ello. Habrá que buscar artistas capaces de rastrear la huella de todo lo bello y gracioso, para que los jóvenes vivan como en un lugar sano y reciban ayuda por doquier, expresada en las bellas obras que impresionen sus ojos o sus oídos, al igual que un aura llena de vida que ya desde la infancia y apenas sin darse cuenta les moviera a imitar y a amar lo bello de perfecto acuerdo con la belleza expresiva.