Primeros indicios del mosquito tigre en el valle del Ebro

Unos pocos que se colaban por las rendijas de las persianas , minúsculos, indefensos, todavía sin desarrollarse y muchos de ellos sin aguijón (¿tienen aguijón los mosquitos tigre?), aunque sea metafórico. Se quedaban en el techo agarrados, día y noche, no tenían rumbo ni aspiración alguna más allá de sobrevivir y aumentar en número y capacidad motriz. Todavía poco despiertos se daban de bruces contra el techo, quizás para subir al piso de arriba, quizás para practicar picotazos-mordiscos, bramando en arameo, cantando para ser entendidos sólo entre sus semejantes, un estallido que se repetía incesante; como me acuerdo de aquella vez en que viajaba en autobús y un viajero -valga la rebunmundicia- se llevó consigo su querida mascota perro debidamente compartimentada y colocada en el maletero y el animal indefenso sin saber qué era y dónde estaba (porque los perros como nosotros también se preguntan qué es la vida pero empleando otros términos y aplicando silogismos adecuados a su celebro) ladraba y rascaba la caja de plástico (jaula para perro Arquizoo 78x47x57 inclinada) cada quince segundos perfectos para descansar y continuar enviando mensajes de auxilio y humo a su querido dueño. Sucede que el mosquito con menor coeficiente se ve envuelto en un halo de estupidez acrecentado por esos chillidos más propios de una mariquita y sin sentido aparente que obligan a uno a quitarle la vida tras vagar por ahí arriba días y días, sí, porque todo mosquito que no quiera sangre -entiéndase por mosquito aquel insecto díptero o no díptero en la franja comprendida de uno a cinco centímetros de largo que molesta en verano- debe ser tratado como un igual y no merece morir así por las buenas con el mata mosquitos mata insectos enchufable olor pradera o la raqueta de tenis tamaño mini que regalan con el periódico.

Una vez ejecutado me invadió una sensación de alivio. Apoyé la dolorida oreja y dolorido oído en el almohadón y automáticamente me taché de vsadraesbn. A los pocos minutos caí rendido en las manos suaves seductoras maternales del sueño. Como soy descendiente de. y ya aparecen los primeros síntomas aunque no es relevante comencé a no roncar pero como si fuese que sí, entonces una mano de dos dedos, tan sólo dos dedos exclamé cuando la vi presa del pánico paura, y mucho más desarrollada que la nuestra por consiguiente según estudios de universidades remotas que cercioran que nos dirigimos hacia un yo desprovisto de yo mismo y en el camino de lo todavía más innecesario, llámese apéndice/s. Paréntesis: al menos cuando aquel ser superior señalaba podía inducir a error al realizar el símbolo universal de la paz. Cierro paréntesis. Vsadraesbn grité cuando ya indefenso me sabía m u e r t o, asesinado por la gracia divina y con tamaña coartada: roncaba.

Si al menos me hubiese dejado argumentar, como único propósito, llegar a un contrato válido, un acuerdo,  para sendos implicados, en el litigio... Mi palabra hubiese sido sangre para su aguijón y mis gestos aduciendo vehemencia picores -grité enfurecido; se hubiese rascado, hubiese acabado igual. Hubiese muerto con la palabra puesta como casco revestido de camuflaje para combatir en la estepa del uno contra uno. Me desdigo. Digo hacer el mismo gesto. Hacer la paz con la mano. Después de todo puede que no fuese un mosquito tigre sino una subespecie a caballo entre mosca y mosquito.