Anäis Nin a una paciente: Llevo el pañuelo que me ha regalado y pienso en usted. Cuando nos encontramos en la vida real nos cuesta comunicarnos. Una parte de usted parece fría y reservada,o por más que estoy segura de que no es lo que usted desea. Lo desconcertante es que cuando leí su libro creí entender sus emociones y sensibilidades. Y luego traté de acercarme a usted, de hablarle, mediante el lenguaje de su obra, que me es tan familiar. Si entiendo sus emociones, complicaciones y sutilezas como artista, me parece que debiéramos de entendernos como serse humanos. Querría darle a leer mi novela por la misma razón. Creo que, mediante mi novela, podría dirigirme a usted y comunicarme. Encontrará en mi novela a dos mujeres que tienen miedo de hablarse por temor a crear una falsa impresión, por temor a decepcionar a la otra o a no poder mostrar sus verdaderas personalidades. Nosotras dos somos actrices, no en el man sentido, o porque simulemos lo que no sentimos, sino porque podemos representar diversos papeles y transformaciones, sin saber en ocasiones cuál conviene elegir para presentarnos ante el mundo o entre nosotras. La menor incomodidad o inseguridad (miedo a ser mal entendidas o criticadas) nos arroja a esta actitud antinatural. Usted parece reservada, pero tengo la sensación de que no lo es. Y yo, el otro día, pude parecer también algo que no soy.