Entro en el hotel y pregunto en recepción por su superior. No llevo camiseta. Me llevan donde un hombre alemán alto, rubio canoso, las manos muy grandes. Mientras me pongo un jersey rápido, las mangas me hacen perder tiempo, los brazos no quieren entrar. Me dice que qué deseo. Le cuento que quiero hablar con dirección. Entro en un despacho con una mesa y un hombre sentado tras ella, pequeño, inflado, el director de hotel The Vito. Me siento en una butaca que hay lejos. No tiene una silla enfrente de su mesa, como manda la tradición y las visitas. Me instiga a sentarme más cerca, hay un sofá de una plaza a medio metro de él, más cercano, más informal. Qué te pasa me pregunta. Me han hablado de ti, tengo buenas recomendaciones. Le hablo en catalán mezclado con español. Le cuento. Me escucha atento. Tiene tiempo. ¿Tengo su tiempo? Tiempodinero. Llego al punto*, quiero saber de sus inicios. Me gustaría saber de un director de hotel. Formulo la petición, muy enrevesada, muy mal, está bien, tengo que mejorar poco a poco. Creo que lo ha entendido. Ha sonado extraño. Se ha visto demasiado interés, y demasiado envoltorio para terminar con eso. Pasa algo que no recuerdo bien, no parece entusiasmarle la idea. Se ríe. Vuelvo a donde el alemán. Está sentado en un asiento de tres plazas pegado a la pared, fuera del despacho. Está recubierto con piel, no tienen respaldo. Se ríe. Me dice que de joven pegaba fotografías en las paredes. Su vida era eso y recepción. Asiento. Quiero hacerle preguntas. Miro al suelo. No me salen las palabras. No pregunto nada. Me toca la mano. Le miró asustado. Vuelvo a estar sin camiseta. Llevo pantalón corto. Es de pata ancha. No llevo nada debajo. A veces se asoma el pájaro. El alemán se da cuenta. Me doy cuenta. Pienso, mierda. Me insinúa que qué quiero realmente. Me levanto y le digo ya está, me sirve. Me despido. Hay dos ascensores. Estoy nervioso. No veo las escaleras. Llamo a uno de ellos. Tarda. Él no se mueve un ápice. Miro a la derecha. Ahí no hay nada. Están a la izquierda. Me voy. Bajo las escaleras. Estoy en la segunda planta. En la primera planta hay una mujer de la limpieza. Tiene dos robots a su servicio. Echan agua y frotan, jabón y frotan. Tienen muchos brazos finos de metal que les hace parecer arañas. Estoy andando rápido y no sé por donde pasar. Detectan movimiento y se paran. Casi los tiro. La mujer me mira y se ríe. No sabía por dónde ir. Sigo y bajo. Ha sido una mala idea pienso.























N.del T: traducción literal del ingles, to go to the point.