Anaïs Nin sobre el amor con Otto Rank:
Dije en una carta a Rank que no quería bailar; eso era actuar para el mundo. Prefería interpretar todos los papeles para él. Empezamos en broma con La Secretaria. La secretaria no era tan buena al pricnipio, a causa de la maldición severa de su Padre y su Tu n'as pas l'esprit scientifique. Por eso temblaba, se agitaba  cometía errores provocados por el pánico. Pero cuando vio que había encabezado una carta con la fecha de la salida del barco, él no sólo lo encontró divertido, sino que se sintió complacido. Mi cabeza estaba evidentemente en nuestra propia historia. La secretaria estaba sorprendida, conmovida y mágicamente afectada por la risa, la tolerancia  la ternura de él. E sdecir, que se convirtió en una buena secretaria. Al día siguiente se motró fría  empleó vigorosamente su capacidad de orden  rapidez en el trabajo bajo la hábil orientación de él.
La secretaria dejó su trabajo a las seis. Una hora más tarde estábamos en el restaurante intercambiando las más asombrosas respuestas y réplicas. Es como las maravillosas charlas que una mantiene consigo misma lamentando luego que no resulten tan brillantes en público.
Oleadas y oleadas de humor e ironía.
El teatro.
Broadway. Bebidas cremosas. Harlem.
Sentarse bajo luces tenues con negros liberados.
Nunca imaginé que no supiera bailar. Nunca imaginé que el Dr. Rank hubiera llevado una vida tan seria  no hubiera bailado nunca. Pero no es el Dr. Rank. Es un hombrecito cuya sangre puede palpiltar locamente.
-Baila conmigo
Hago que olvide su miedo y su torpeza. Sólo bailo. Al principio está rígido, tropieza, está fuera de lugar, perdido. Pero al final de aquel primer baile empezó a bailar. Mágico. Y la alegría que le produce.