He creído que todas las veces que fracasaba con una mujer eran errores que nunca volvería a cometer con la siguiente y que al final encontraría a ella, que me entendería como yo la entiendo y sería como escalar montañas calizas y marrones durante años y años de vida para encontrarte en la cima con el mar y el horizonte inabarcables y recorrer juntos toda aquella superficie con todo el tiempo que creamos necesitar.
Lo malo es que cada vez encuentro más mujeres que también buscan ese mar pero se ayudan de hombres para llegar a él y una vez alcanzado deciden explorarlo por su cuenta. Mi estómago arde al ver a esa mujer con la que he dormido a la intemperie muerto de frío porque no teníamos otra elección si queríamos seguir adelante, que lloré con ella de sufrimiento y que llevé en volandas con un tobillo esguinzado, diciéndome adiós y dándome las gracias y besos y más besos y las gracias y sorbiéndome las lágrimas pero no puedo parar de llorar y ella se desespera porque sigo inmóvil pero quiere marcharse y lo dice con su cuerpo y yo me percato y es imposible no llorar otro poco más y ella termina por dar media vuelta y caminar con alguna lágrima cayendo suavemente. 
Claro que esto sólo son suposiciones infundadas mezcladas con miedos y moriré creyendo que la mujer no es como el fuego y que no todas queman.