Revolucionar el lupanar

Ser un tremendista hipocondríaco tiene sus cosas buenas, aunque no entiendo nada. Estamos tan alienados que no estamos alienados. Y todo vive y muere en los entreactos y los camerinos sin que se sepa, y la de hormigas que niegan y maldicen el trozo de cacahuete. El tremendismo banal es una enfermedad, los médicos ni lo saben.