Rocketas

La canción sonaba a todas horas, hacía calor por las mañanas por las tardes y por las noches y aquella canción sonaba a todas horas, mañanas, tardes, y madrugadas, porque noche como tal para esos chicos de abajo no existía, es decir existía pero la canción no sonaba y entonces para mi sus noches eran mis vacaciones porque ya de madrugada -madrugadas que unas empezaban antes que otras, incluso hubo un día que la madrugada coincidió con la noche y claro, yo no tuve vacaciones aquella noche- regresaban y la canción seguía sonando incansable, Siniestro Total. Era como se llamaba el grupo, sólo eso, aunque también hubiese sido el estado de su coche de llegar a tener coche, o de sus bicis de llegar a saber donde tenían sus bicis.
Claro, que yo no me quedaba de brazos cruzados, cuando me iba de la playa procuraba guardar montoncitos de arena en la toalla que al colgar en el balcón desplegaba sus alas lanzando bombas de racimo. Ya sé que están prohibidas por la ley que prohíbe lanzar bombas de racimo, ¿pero no decían que en la guerra todo vale? Entonces no entiendo la utilidad de la ley prohibitiva de las bombas de racimo, leyes para la guerra, si, oiga, ese disparo que ha efectuado con su fusil esta penado por ley, ha disparado desde una posición privilegiada, apuntando a la cabeza del enemigo y con agravante por no darle una oportunidad de salvar la vida. Y veía como destruían sus posiciones de defensa -sus toallas, calzoncillos y ¿sábanas con sangre?, ¿qué diablos hace esta gente?-.

¡Anda! Han cambiado de canción, "I get around", los chicos de la playa -tatatayaya, tarareo- tatatayaya, que tortellinis más ricos con salsa cuatro quesos, que es como el arroz tres delicias pero con cuatro en vez de tres y es queso, no delicias, mierda, me falta sal, no tengo sal, vecino dame sal. Y tengo que bajar a visitar al vecino, hola vecino, ¿qué tal?, ¡cuánto tiempo!, oye mira, me podrás hacer el favor de darme una pizquita de sal, estoy haciendo unos tortellinis con cuatro quesos y en la receta no pone que los haga sosos, ¿cuatro quesos? ¿pero no es tres quesos?, no, eso son las delicias, ah vale, toma anda, merci, me has dado la vida, ¿qué tal los chicos?, chico, éstos chicos son un disco rayado, Siniestro Total aquí, Siniestro Total allá, opérate, opérate -cantó imitando a Mecano-, dímelo a mí -y entonces le di nuevas órdenes al nuevo teniente raso, porque tenía que empezar desde abajo, no podía ser teniente así por las buenas, claro, y conseguimos que nos financiasen un par de bombas nucleares -que eran palomas con diarrea-. Se van a cagar los chicos. ¿Pero no cagaban las palomas? Mi nuevo teniente raso es tonto.

Compraban en la sección juvenil del badulaque que mayor cantidad de pizzas ofrecía. Lo que no sabéis es cómo lo sé yo, ya sabéis.
Por las tardes me gustaba bajar al paseo que teníamos justito al lado, que presidido por doña Estrella -suena raro pero éste paseo era un paseo con presidenta, doña Estrella, cuidado con confundirlo con señora Estrella, luego os cuento la razón- nos brindaba apacibles tardes sombreadas -contrario de soleadas-. Doña Estrella, como toda presidenta de paseo de barrio que se precie profesaba un gran cariño a su presidencia, y la brigada CB era la encargada de vigilar y velar, velar y vigilar, bueno, primero vigilaba y luego por las noches velaba al ritmo de:
- ¡Cervesa, bieeer, uno!
- ¡Cerveeesa, bier! ¿No?
- ¡Dos!
Pero sin levantar la voz para no levantar a los vecinos que como se levanten llaman a la Policía y eso, ¡no! Recordaba siempre doña Estrella. Regla número dos. ¡Nunca, nunca, puede haber una cerveza caliente! ¡NUNCA!
Y bueno el caso es que los vi regresando de una sesión vuelta y vuelta en la Barceloneta con parada en la sección juvenil, porque otra cosa no supe pero pizzas llevaban, ya lo creo que llevaban. Bueno creo que agazapado también consiguió escaparse un bote de salsa Barbacoa Bárbaracoa.