Uno quería y el resto no quería. De fondo sonaba esa canción que te hace ver el ayer y el hoy, donde el mañana es un saliente vertical en la montaña, infinito. Uno se fastidiaba y se unía al resto. Dos pensaba que Uno no merecía lo que quería. Al resto le daba igual lo que Uno y Dos pensasen. En conjunto parecían maniquíes recién vestidos dispuestos a demostrar al mundo lo buenos maniquíes que eran. Blancos inmaculados, rígidos y huecos por dentro. Como buenos maniquíes no tenían ojos porque no los necesitaban. Tres, Cinco y Uno discutieron por culpa de Dos. Estaban hechos para ser los mejores maniquíes. Se conocían entre ellos, más allá no había más. El resto envidiaba a Uno. Uno no tenía lo que quería y al resto le daba igual. Todos vivían infelices siendo los mejores maniquíes, pero sólo eran eso.