Sueños húmedos

La sala tenía los techos bajos y había personas gigante, incluso me atrevería a decir gigantes persona. Tiraban cosas a la gente que era más baja que ellos y yo que era más bajo que ellos les reprochaba que por qué me tiraban cosas. El tipo más alto de todos era achaparrado, de pequeñito le hicieron llevar muchos libros en la mochila porque era el raro -me dijo alguien. El tipo achaparrado tenía un peinado que sin peinarse estaba peinado, y me dijo que cerrase la boca si quería que me siguiesen tirando cosas. ¡Pero yo no quiero que me tiréis cosas, achaparrado!
Comían bocadillos mientras los gigante persona les aturdían con sus lanzamientos. Nadie parecía aturdido en realidad, nadie menos yo, bueno y mi amigo, aunque mi amigo siempre parecía aturdido.
Golpes, pum, pum, pum, los oídos se llenaban de ruido y me estaba quedando dormido. Tenía que salir de allí. Otro alguien decidió que las sillas en las que estábamos sentados sobraban, así que no había sillas y yo me tuve que levantar como todos. No había por donde salir. Utilicé la lógica. No pasa nada, no hay por donde salir, he tenido que entrar por algún sitio, voy a buscar el sitio por el que he entrado y saldré como si no hubiese entrado. No lo encontraba. La idea de que estaba allí antes que los gigantes persona iba tomando forma, el techo me resultaba familiar y otro alguien decidió traer una cama expresamente para mí. Ése alguien me cayó bien.